La muerte siempre nos pilla desprevenido, como si nos
atacase a tración, y nos roba un trozo de corazón. Pero no abandono la
esperanza de que triunfaremos sobre ella. Entonces la miraré a la cara y le diré:
¿qué te creías? Me robaste a mi padre, me robaste a mi amigo, me robaste una
alumna, pero ahora estamos aquí, juntos para siempre y nadie ni nada, ni
siquiera tú, negra tristeza, nos podrás separar, porque hay Alguien más fuerte
que tú, que nos ha dado la vida que no se acabará nunca.
Que en estos momentos en que la negra muerte muerde mi corazón,
no me falte esa esperanza que flaquea.
Nada puede apagar el dolor de la separación de una persona
querida, pero, al menos, que no se me apague la fe en la vida eterna que
mitigue esa pena.